¡Como disfrutarían los pictorialistas con Photoshop!

Recuerdos de una tarde en Luciana

Recuerdos de una tarde en Luciana

¡Como disfrutarían los pictoralistas con Photoshop!

Esta fotografía la realizaba ayer, en la localidad de Luciana. Y al procesarla se me ocurrió forzar un poco las cosas, dejando que los deslizadores de los ajustes se fueran más allá de donde debían. Y al final, dándole lo que yo denomino un viñetéo inverso, pues lo llevo al blanco, en lugar de al negro. Algo que sí que uso con frecuencia en mis imágenes, y que yo considero una pequeña licencia artística, reminiscencia de mi pasado en la fotografía química utilizando procesos como la goma bicromatada y la cianotipia a la que este tipo de  efectos le iban muy bien.

El caso es, que todo esto me hizo meditar, sobre las posibilidades que todas estas opciones hubieran  abierto a los pictoralistas del siglo XIX. Cuando la fotografía se debatía entre su labor de reflejar fielmente la realidad, y la de colmar aspiraciones artísticas. En este sentido es muy revelador el texto de Peter Henry Emerson, uno de los grandes pictoralistas, curiosamente luego convertido al purismo, y que está incluido en su libro “Naturalistic Photography” del que ya he hablado en alguna entrada de mi blog, y que para algunos constituye el inicio del pictoralismo.

Se ha dicho: «Una fotografía muestra el arte de la naturaleza en vez del arte del artista». Esto es pura tontería, pues puede aplicarse el comentario a todas las bellas artes por igual. La naturaleza no salta dentro de la cámara, se enfoca, se expone, se revela y se positiva. Por el contrario, el artista, usando la fotografía como medio, escoge su tema, selecciona los detalles, generaliza el conjunto, como hemos ya demostrado, y así presenta su visión de la naturaleza. Esto no es copiar ni imitar la naturaleza, sino interpretarla, que es todo lo que puede hacer un artista, y el nivel de perfección depende de su técnica y de sus conocimientos sobre esta técnica; y el cuadro que resulta, sea cual fuere el método de expresión, será bello en proporción a la belleza del original y a la habilidad del artista. Estos comentarios son igualmente aplicables a los críticos que llaman a los cuadros pedacitos de naturaleza recortada. No es necesario matar al muerto y dar más respuestas a la objeción de que la fotografía es un proceso mecánico; si lo fuese, bastaría recordar a los objetores que si se enviasen 20 fotógrafos a un distrito de área limitada y se les dijese que tomaran una cierta composición, el resultado serían 20 versiones diferentes. Las fotografías de calidad artística tienen individualidad, al igual que otras obras de arte, y podríamos hacer apuestas sobre la identidad del autor de cada una de las pocas fotografías que se envían a nuestras exposiciones. Lógicamente el artesano común no tiene individualidad, como tampoco la tiene el reproductor de dibujos arquitectónicos o mecánicos. Pero donde un artista use la fotografía para interpretar la naturaleza, su trabajo siempre tendrá individualidad, y la fuerza de esta individualidad variará, como es lógico, en proporción a su habilidad.

Hoy parece que todo este debate ha sido superado. Y que la fotografía, al menos para los que se dedican a ella en serio, está muy claro lo que es.  Y cuando digo que ha sido superado, estoy obviando claro está, el uso abusivo de los efectos sicodélicos incluidos ya de serie en los móviles y aplicaciones de edición en general, y que son aplicados “sin ton ni son” por los aficionados y público en general para dar un toque “de distinción” a la imagen, consiguiendo auténticas horteradas, dignas de un museo de los horrores. Pero eso es otra historia.

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