Garry Winogrand me hizo sentir como un niño

dedicado a Garry Winogrand

Este fin de semana tuve la oportunidad de visitar la exposición dedicada a Garry Winogrand. Uno de los indiscutibles grandes maestros de la fotografía. Y curiosamente, al salir de la misma, no podía contener un instinto compulsivo de fotografiar todo lo que me iba ofreciendo el posterior paseo por las calles de Madrid.

De ahí la foto con la que abro esta entrada del blog, que claro está no es de Garry Winogrand, sino una de las que realice subiendo por la madrileña calle de Alcalá. Y digo en el título que Garry Winogrand me hizo sentir como un niño, porque esa actitud me recordaba a un comportamiento típicamente infantil, cuando los amigos salíamos del cine de ver una película del mítico Bruce Lee, e íbamos por las calles intentando emularlo dando saltos y haciendo llaves de judo o yo no sé de qué, pero en cualquier caso absolutamente ridículas.

Así me sentía yo al observar ese comportamiento después de ver esta exposición. Pero al mismo tiempo, y después de reflexionar, muy agradecido a esta afición: la fotografía, y a autores como Winogrand que me hacen aún aflorar esos sentimientos, esa ilusión por descubrir y realizar cosas nuevas con un aparato tan aparentemente limitado como es, al fin y al cabo, una cámara oscura.

Winogrand ha sido uno de mis referentes fotográficos, pero tengo que confesar, que más que por sus fotografías, que empecé a comprender ya muy tardíamente, por sus pensamientos y su actitud ante la fotografía. No en vano en mi última exposición fotográfica, y en el folleto de presentación utilicé una de sus frases, con la que respondió cuando le preguntaron por qué hacía fotografías. “Para saber cómo se ve el mundo en fotografías”. Una frase que cuando la leí por primera vez hace muchos años me pareció simple y absurda, y que con la reflexión propia de los años, y la experiencia, ahora, creo que encierra todo lo que es el hecho fotográfico en el sentido más profundo.

En cuanto a la exposición hay que decir que ha sido organizada por el San Francisco Museum of Modern Art y la National Gallery of Art de Washington, y que en la sala de la Fundación Mapfre en  la calle Barbara de Braganza tiene una presentación impecable. Si acaso, habría que achacar la falta de datos de las obras, pues en la mayoría de los casos  la etiqueta que las acompaña se limita a indicar la ciudad donde se realizó y la fecha.

Las imágenes de Winogrand no son sencillas de entender, son imágenes que requieren un examen detenido, que hay que leer varias veces para sacarles su contenido, a pesar de que se trata de una fotografía directa, sin artificios, y sin ningún procesamiento. De hecho Winogrand disfrutaba principalmente cuando realizaba la fotografía, olvidando muchas veces el procesado de las mismas. De ahí que en esta exposición se muestres muchas imágenes inéditas, que ni siquiera él llego a ver, pues a su muerte dejó más de 6.500 carretes, unas 250.000 fotografías sin revelar.

Al ver la exposición se me venían a la cabeza muchos de los pensamientos que ya conocía de Winogrand, y no podía sino imaginármelo por esas calles de Nueva York disfrutando como un niño del espectáculo que tenía ante sus ojos. Y es que el mismo dijo en una ocasión:

A veces siento como si (…) el mundo
 fuera un lugar para el que he comprado
una entrada. Un gran espectáculo
 dirigido a mí, como si nada fuera a
 suceder a menos que yo estuviera allí
 con mi cámara«. (Garry Winogrand)

Aún no he dicho que la exposición estará abierta hasta el 3 de mayo, y por supuesto que la recomiendo a todo amante de la fotografía.

Y por si está exposición te parece poco, a la vuelta de la esquina, en la otra sala de la Fundación Mapfre, en el Paseo de Recoletos, y por el mismo precio, es decir gratis, tienes una magnífica exposición de pintura: “El canto del cisne”, que puede visitarse también hasta el 3 de mayo.  Y se trata de pinturas procedentes de Musée D’orsay compuesta por obras que a lo largo del siglo XIX se expusieron en el Salón de París por aquellos artistas denominados académicos, y que se caracterizaban por la vuelta a los grandes géneros de la pintura tradicional: la historia, la mitología, la religión. etc. Siempre con un gusto exquisito, según dictaban las normas más estrictas de la Academia de Bellas Artes de Paris. En ella, podemos disfrutar por lo tanto, de obras muy conocidas de autores como Cabanel, Bouguerau, o Courbet y otras no tanto, pero siempre de una calidad indiscutible.

A poco que te descuides se te pasa bien la mañana entre las dos exposiciones. Con estas oportunidades no podemos decir que el arte esté caro.

Aquí dejo los enlaces a los minisites que Mapfre ha creado para las exposiciones.

garrywinogrand

El canto del cisne

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